Me pareció precioso que cuando muchos no confiaban en mi, él sí confiaba y denotaba mucha inteligencia y sensibilidad porque sí se podía confiar. Es más, me lo agradecía llevandonos a casa en su coche destartalado cuando aún lo tenía sabiendo que su hijo habia disfrutado mucho con nosotras y que esos gestos a mi me daban vida y me subía el autoestima. Yo creo que le hacía gracia, viendome tan talludita para la paternidad como él estaba también. Teniamos cierta afinidad y conexión.
Luego lo vimos desarrollar su enfermedad con el cambio de color del pelo, pero siempre con su entereza y su jovialidad, subiendo esas escaleras del colegio que a el supongo se les harían interminables.
¡Te vamos a echar de menos, Antonio! Aunque te tengamos presente en el recuerdo. Todo lo que nos animaste la vida.